Retrospectivas: Rodrigo Sorogoyen

El Péndulo Cine
5 min readMay 31, 2023

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Sección dedicada a repasar y pensar las filmografías de los mejores directores.

Por: Critic

Hablar de cine español para un amante y conocedor del séptimo arte es, dentro de todo, fácil. Citar sus películas favoritas filmadas al otro lado del charco es bastante sencillo. Lo mismo a la hora de citar los mejores directores que han parido sus ciudades. Pero también, de vez en cuando, surge una pregunta, que parece ridícula pero logra generar cierto debate: ¿Qué director español del siglo 21 podría llegar a entrar en el pabellón de los mejores de la historia del país?”; ¿Qué director surgido en los últimos 20 años podría estar al mismo nivel de Luis Buñuel, Pedro Almodóvar, o Álex De La Iglesia? Y en un mar de posibles respuestas en que pasarían nombres como Paco Plaza o Carlos Vermut, hay uno que resalta por sobretodos: Rodrigo Sorogoyen.

Nacido el 16 de septiembre de 1981 en Madrid, Rodrigo Sorogoyen -con una película codirigida, 5 largometrajes, una serie, y un corto nominado al Oscar- se logra consagrar como el mejor director español en activo. No solo por crear una filmografía en que cada trabajo va ascendiendo en calidad cinematográfica, sino porque, película tras película, va demostrando un rasgo de autoría; un sello y pulso a la hora de narrar sus historias que se va desatando en toda su filmografía y que lo hacer resaltar por sobre otros cineastas contemporáneos. Todo esto, como ya fue mencionado, con una obra más bien corta.

Si hay un rasgo que podemos ver a primera vista en el cine de Sorogoyen, es el manejo que tiene del thriller. Ya desde Stockholm (su ópera prima) pueden verse los coqueteos con el género. En ese caso, con una película cuyo inicio aparenta ser una comedia romántica cliché (aunque con cierto aura de turbiedad detrás) termina desembocando en un thriller en el que 2 personas que aparentan ser una cosa en la noche terminan revelándose a la luz del día, acompañado además de un “cambio” de género y de puesta en escena. Sin embargo, luego de ese efímero coqueteo, Sorogoyen decide meterse de lleno en el género con Que Dios nos Perdone.

Abarcando esta vez el lado policial del género, Sorogoyen decide construir un thriller hitchcockiano en el que un caso de investigación de un asesino y violador de ancianas sirve para explorar la psique de dos protagonistas conflictuados. Protagonistas (interpretados magistralmente por Antonio de la Torre y Roberto Álamo) decadentes, cuestionables, y que, a través de simetrías, se van a ir redefiniendo a lo largo de la película, mostrando así que, en ciertos aspectos no son tan diferentes al asesino que tienen que cazar. Uno de los elementos que Sorogoyen más muestra a lo largo de la película son los religiosos. No es casualidad que la misma transcurra durante la visita del Papa a Madrid y que el asesino ataque en ese momento. Tampoco es casualidad que, para atraparlo, estos protagonistas deban tener que expiar sus pecados para así llegar hacia él, y culminar esa búsqueda en una lluvia, que termina lavando tanto a la tierra de un criminal como al protagonista de las culpas que lo atormentaban. Estos temas como la expiación, los demonios que atormentan y los protagonistas cuestionables también fue trabajada en su serie Antidisturbios, otra obra que abarca esta rama del género. Serie en la que se trabaja la idea de un sistema podrido, que en vez de proteger al ciudadano, hace todo lo contrario.

En el cine de Sorogoyen el sistema (ya sea corrupto o no) siempre está por encima de todo, siendo algo invisible, pero que a la vez está ahí acechando a los protagonistas. Estos lo intentan confrontar, a veces directamente y otras de manera silenciosa. Queda demostrado en As Bestas, película que por la superficie parece ser un simple thriller rural pero que, al final, desemboca en un debate con muchos temas difíciles de abarcar en un solo visionado. Entre varios de esos temas está presente el mencionado sistema, esta vez uno que viene a darle modernidad a un pueblo galiciano abandonado por Dios, y que, aunque no pareciera en un inicio, termina siendo el disparador de la violencia tanto verbal como física que presenta la cinta. Sumando también el hecho de que la misma película contiene en un solo plano la visión que tienen los personajes de Sorogoyen ante el sistema en su filmografía, definiéndolos como una suerte de Don Quijote enfrentando a sus propios gigantes.

Con todo lo mencionado, se podría dar una conclusión rápida del cine de Sorogoyen, de sus temas, de sus intereses, y de su grandeza, pero, como siempre cuando se habla de un director sumamente inteligente (como lo es el caso), hay una película gigante para hablar. El Reino es hasta la fecha publicada de esta nota, su más grande obra maestra, no solo ser por una película sumamente cuidada en cada cosa que se proponga, sino que también por encapsular todas las ideas de su obra en 130 minutos. Poco más de 2 horas que consisten en ver desde adentro la podredumbre de un sistema invisible, de seguir a personajes amorales llevando a cabo actos con las que le costaría empatizar a un espectador promedio, y de sufrir ataques cardiacos por el manejo de la tensión tan perfeccionado que tiene su director.

Porque al fin y al cabo, así es Rodrigo Sorogoyen: un tipo con una visión adulta, tanto en la perspectiva del mundo como en su forma de filmar. Al final del día, la visión que debería tener todo cineasta hoy día.

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